Hoy en nuestra discusión abordaremos lo concerniente al regionalismo. Colombia ha sido presentada por las clases dominantes capitalistas como una nación. Sin embargo, esa nación, que desde luego es una invención sin fundamento, se encuentra bajo la dirección del regionalismo. Unas veces ese regionalismo es más acentuado en unos periodos que en otros. En el caso colombiano, el periodo que va desde la primera presidencia pos-frentenacionalista hasta el 2002 se muestra con una clara tendencia hacia el regionalismo tradicionalista. Basta mirar cada uno de los jefes de estado que componían dicho periodo para constatar esta afirmación. Por ejemplo, esos presidentes salieron de los partidos tradicionales con mayoría liberal. Cada uno con sus respectivas clientelas y redes de poder local. Después de 2002, la situación se tornó manifiestamente diferente. La crisis de los partidos políticos tradicionales permitió la emergencia de movimientos políticos de disidencia en aquellos. Esto dio como fruto la creación de nuevas fuerzas políticas en la arena de las votaciones. Así, enfecto, el caudillismo emergió. Pero era necesario un trabajo más prolongado para lograr la hegemonía de un caudillo que deba dar suficiente material a los movimientos disidentes para enfrentar la crisis. Es aquí, precisamente, que entra el regionalismo. Por las características económicas, políticas y sociales, la región antioqueña vino a desempeñar un importante papel a la hora de impulsar la hegemonía caudillista que de como resultado un regionalismo caudillista. En realidad, son las regiones las que quieren ver la nación como una región. En este sentido tienen razón aquellos que representan nuestro sistema político como un calco de las redes de poder instauradas en la finca o la hacienda.