lunes, 31 de mayo de 2010

Discusión XI

Los personajes de la política se visten con ropajes antiguos o prestados para interpretar los fenómenos históricos que los sorprenden. Esto ha dicho, con exactitud y vehemencia, un pensador social revolucionario. En Colombia, en verdad, esto puede aplicarse de múltiples maneras. Para muchos críticos del establecimiento, el gobierno se ha puesto el ropaje del conservatismo, o del fascismo en el plano internacional. Yo me atrevería a asegurar que más bien se ha vestido de Bolívar. Auncuando muchos traten de buscar un parecido con los gobernantes anteriores, yo me inclino por el corte autoritario de Bolívar para referirme al fenómeno político contemporáneo que encabeza Uribe. Desde luego que esta contraposición se ve afectada por algo no fácilmente comparable. Si buscamos parecidos en muchos de los momentos en que Bolívar se vio enfrentado con el uso de la fuerza, encontraremos ese carácter militarista y combativo, que no se observaba en la política colombiana después de la presidencia de Laureano Gómez. El denominado decreto a muerte publicado por Bolívar contra todo español, lleva ese sello que hoy se percibe en la seguridad democrática. Sin embargo, mientras Bolívar se alzaba contra los tiranos que nos gobernaban, Uribe se levanta a favor de los tiranos que nos mantienen en el miedo. Es decir, el miedo es una herramienta del poder, sin el cual no consiguen el dominio de la población. Por lo tanto, la necesidad de polarización entre los bandidos y los salvadores es concomitante a esa concepción del poder. En este sentido, Uribe podría también ser un Pablo Morillo. Sin embargo, todavía el éxito militar de este tipo de gobierno no se ha podido ver con claridad. Por eso es tan difícil optar por una otra personificación. Además, el odio profundo que sentía Bolívar hacia los partidos políticos también se encuentra en Uribe.
Con respecto a la soberanía popular. También hay un parecido interesante. Uribe reclama la soberanía popular frente al abandono de los partidos políticos, hecho que se ve reflejado en la inseguridad a la que el pueblo se ve expuesto por la defectuosa conducción del gobierno. Sin embargo, para Bolívar esta doctrina católica no tenía el mismo sentido que él le daba con la concepción de la libertad. Pero en lo que si coinciden ambos es en su distanciamiento frente a la asimilación de ideas extranjeras. Esto condujo a Bolívar a optar por el utilitarismo.
Esto me hace pensar que en Colombia las cosas se repiten sin menor contrapeso. Por ello no tiene sentido un país que está condenado a esta visión que es incapaz de evaluar su contenido. Y es aquí donde se encuentra, otra vez, una inversión. Si bien Bolívar pensaba en que el mejor gobierno es el que con mayor éxito permite la búsqueda de la felicidad, no se dio cuenta que con ello podía dar curso a la filosofía uribista de la mayor felicidad a costa de la mayor desgracia, porque esa visión sólo puede existir a partir de la división contradictoria de los fines del gobernante, a saber: estar atado a la miseria que lo glorifica.
En este sentido, quiero y prefiero encontrar una manera más analítica y crítica de hablar del caudillismo que nos toca vivir, antes que decir que Uribe es un fascista o un nazi. Sin duda es un gobierno de centro derecha, y por ello entiendo el mayor beneficio a los intereses privados, pero sólo podemos descifrarlo con los elementos que nuestra historia puede proveernos y estar precavidos a lo que podría conducirnos si seguimos con esta cultura política rural, tradicionalista y criollista frente a un mundo capitalista que cada vez muestra, con su comportamiento cíclico, que no es aún demasiado endeble para desencadenar la sublevación del oprimido y el explotado.