Hay un círculo vicioso en Colombia. Qué es primero la violencia o el llamado crecimiento sostenible (sustainable growth)? Ninguno. Son dos elementos de la política económica. Ya en los estudios sobre la violencia de la década de los 50, se menciona esta aporía. Sin embargo, yo quiero hablar de otro círculo vicioso, que desde el punto de vista histórico merece relevancia en épocas tan aciagas como estas que atravesamos, aquellos que soñamos con la patria grande de Bolívar. Se trata de los vínculos entre política y persuasión. Pero antes de entrar en el círculo, debemos mencionar los elementos principales que existen entre violencia y crecimiento sostenible. En Colombia, el primer término, es fácil de explicar. En primer lugar, esta nación, si así se le puede decir, no forjó política alguna. Desde las guerras fratricidas del largo siglo XIX hasta la llamada seguridad democrática, sólo la violencia a establecido un vínculo real con el poder. Yo se que a este argumento, me pueden oponer la tesis de la democracia más antigua del mundo, la cual confirmaría aquel, si le agregamos que no hay democracia donde los partidos políticos o una elite política mantiene el poder en dos grandes clientelas, hoy llamadas oposición y coalición, o antes liberales y conservadores. Además, la satanización de la izquierda da muestras de la ausencia de democracia en la dicha nación, salvaguardada por una centenaria tradición de fanatismo intolerante católico. Por otro lado, la forma de esa violencia no se pliega a un sistema económico específico como el capitalismo. En este sentido, es equivocado pensar en colombia, o en este platanal como lo diría un amigo, como capitalista. Dado que si tuvieramos capitalistas, ya la crisis, de un modo u otro nos abría sacudido, y por lo pronto, nuestro país parece inmune a tales sacudidas del sistema mundo, como alardean los administradores de subdesarrollo. Así, lo que le corresponde a la violencia es un crecimiento sostenible, donde el plan Colombia es tan sólo un eslabón de la inmensa cadena que nos ciñe. En cambio, una democracia es una política. Se basa en la polis como lugar en donde convergen multiplicidad de opiniones, reglas y decisiones. La represión no es la base de dicha organización porque nace como una construcción de la lengua que la expresa, es decir, de la griega. En cambio, donde se corta la lengua, no se tiene manera de hacer política, sino de violentar, agredir, polarizar y silenciar, un puro instinto sin conciencia moral, o responsabilidad ética, en el sentido weberiano. Además la política no es un espacio libre de lucha, pues en su origen, se debe a la fuerza persuasiva del orador, que convence a sus oyentes de aunarse a su causa en detrimento de la del oponente y reproducir así una política. En algunos casos, la verdad no prevalece tanto como uno quisiera, y Sócrates está allí para corroborarlo. Sin embargo, la política está de vuelta y la violencia puede aumentar su arsenal, para evitar cualquier resquebrajamiento de su tanático deseo.