lunes, 6 de junio de 2011

El intelecto

Desde hace algún tiempo el término intelectual se puso de moda. Sin embargo, no tiene una definición precisa y pude servir para muchos fines. En este caso sólo podría restringirme a uno de sus modos de presentarse. En la sociedad moderna industrial es una figura un poco desapercibida. Me da la impresión de ser alguien que lee y siempre está en movimiento. Es más, tiene una figura de actor o cómico antes que de académico. Después de ver un película del director Woody Allen, me atrevería a asemejarlo con él. En cierto sentido el intelectual es un director de ideas más que de imágenes movimiento. Para empezar, el uno y el otro tienen el sentido crítico de una sociedad entre sus más preciados logros. En el caso del director, su misión es moral y directa. La estética no es tan importante como la moral para él, pues desde mi punto de vista el arte más elaborado y cercano a los sentidos es la escultura y las imágenes son ya vehículos de sujeciones de juicios morales. En cierto sentido al director le preocupa el tema de la ambición, lo estudia minuciosamente, distingue los roles femeninos y masculinos que interactúan en aquella y les da su propia interpretación. Para él, el espíritu sigue siendo la sustancia de la trama. Donde un caracter expresa su debilidad, su espiritualidad, su silencio, su aguda queda sobre su existencia, allí está el buen director haciendo su trabajo. Con ese caracter nos llena de alivio, nos aquieta el ruido del vivir, del afán, del día a día, sin el que ningún mal tendría sentido. Sin embargo aquí no triunfa el bien, sino la palabra incierta del oráculo, de charlatanería, del espiritismo, de las vidas pasadas, etc... Frente a una modernidad liberal obsesionada por el éxito y la ambición, Woody Allen muestra una mujer entrada en años que busca su caballero de la noche en el ruido y la rabia que circunda la ciudad. Cualquier ciudad, cualquier casualidad, cualquier calle, cualquier escenario. Aquí no importa, o mejor, pierde peso el necesario peso del elenco, el repertorio y los esnobismos que venden. En esta situación desesperada sólo la voz de una vidente o gurú hace las veces, en el mundo globalizado, de un vínculo con el interior. Todos a su alrededor parecen luchar y luchan con razón o sin ella, pero, indefectiblemente, llevados por la ambición. El pragmatismo de esa ambición puede llevar a las decisiones más extemas como robar el manuscrito de un amigo que se creía muerto, pero que, en realidad, estaba sumido en un coma. Así, una vez más, la ocasión hace al ladrón. De la hueca y vacía incredulidad de quien se refugia en su vida elizabetiana para los pragmáticos, desde luego, surge el único alivio, el remedio: la compañía. En ese momento, cuando un ambicioso hace salir de boca de su decepcionado amante "pero había planes", el ingenuo incrédulo busca la culminación de su soledad en el permiso de un espíritu amado, que se comunica del más allá. Así, muerte, espiritismo y hacerse compañía se imponen a la ambición, al pragmatismo y el afán. Sin embargo, el intelectual no puede darse lujos. Es más discreto y su modelo es el dramaturgo de la vida común y corriente. Se sienta como un alguien sin nombre, sin procedencia, sin voz. Pero de manera extraña construye a su alrededor las figuras que lo circundan, las vuelve polvo y las entrega en pequeñas frases que salen del curso del tiempo regular a los asistentes, a los viajeros. Es juego, es devenir, es ser alado sin alas, es reir sin ganas, pero con holgura suficiente para soportar el dolor. El dolor que es raíz de ese juego y que no encuentra otro sentido sino ese, ese mismo que se repite sin agente, sin paciente...   

sábado, 19 de febrero de 2011

Asuntos de política en Colombia

Desde el año pasado no leía una noticia sobre Colombia. No me interesa ya saber lo que siempre he sabido. Pudiera pensar que algo habría cambiado en el curso de los meses, pero no es así. Ahora, con mayor claridad, me parece estar en el punto adecuado para abordar un tema que desde hacía mucho tiempo no tenía la mínima intención de hablar. Se trata de la política en la formación de la opinión pública. En general, la política no es una ciencia muy precisa y nadie se atrevería a asignarle dicho carácter. Sin embargo, es tan antigua como la manera de andar a pie. Desde luego no quiero entrar en la discusión histórica sobre el origen de la política y su cambios a través de la sociedad. En realidad es del poder de los medios en la política lo que me hace entrar en una especie de euforia. Si uno comienza por admitir que la política recorre todos los sistemas de interpretación que forman conjuntos de significación determinados, entonces podrá darse cuenta que la prensa es un medio político par excellence. La primera red es la visual, en la medida que somos poco más o menos seres nacidos en esta era digital y en ella nos reproducimos. Así uno podría decir que existen, por un lado, las ideas fundamentales del bien y del mal, de lo bello y lo feo, etc... Es decir se opera en dicotomías dentro de ese sistema de transmisión del poder. En la primera página del tiempo, sale así junto a Uribe, Alfonso Cano, junto a los bellos de la farándula, los anormales, junto al orden el desorden, etc... Frente a esto, sería inmediato decir e incluso generalizar algo que ha estado presente en la política colombiana. El carácter escindido y bipolar de nuestros políticos. Es decir, no se puede creer que los políticos son, para los medios masivos de comunicación, unos instrumentos del poder que sólo ocupan cargos en las diferentes ramas del poder, pues si ello fuera así, para qué, entonces, es necesaria toda la franja "cultural" con sus estrellas, héroes y comediantes. Una tal política carece, en cierto sentido de clase, ya que desde todo punto de vista define la política según el soporte que la reproduce. Es decir la política se juega en los medios masivos, luego el actor o la actriz son los paradigmas de la política y el discurso o la oratoria, la plaza pública y el debate como vehículo pierde fuerza. Una de las fatales consecuencias de este fortalecimiento de los medios de comunicación como vehículo de la política es el personalismo o presidencialismo. Los partidos políticos comienzan a perder peso específico en el momento en que la imagen carismática impuesta por la interpretación que tienen dichos medios de la política se instaura en la arena de los juegos de poder. En conclusión, la propaganda demuestra su efectividad en la construcción de un imaginario carismático del poder. Sin embargo, en Colombia es muy importante notar que no existen conceptos como los malos o los buenos, en una variada gama de niveles políticos específicos. Lo mismo ocurre para los demás conceptos "políticos" como el orden y el desorden, la paz y la guerra, la lealtad y la traición, la nación o el exterior. La total nulidad de una dimensión plural de la política en el manejo iconológico demuestra el retroceso en la elaboración de una modernidad democrática en Colombia.