El tema de esta discusión es el indio. En la historiografía colombiana, los indios son vistos desde el punto de vista de los vencidos. De ellos tenemos la imágen de ser las víctimas del voraz apetito de los conquistadores por el oro. En el fondo, esta interpretación tiene sus incovenientes. El primero de ellos es la utilización de su sufrimiento para insuflar deseos de venganza, que nada tienen que ver con el proceso histórico de los múltiples grupos prehispánicos que aún siguen adjudicandose esta identidad. El segundo, tiene que ver con la arrogancia que expresa el "orgulloso" civilizador pendiente siempre de emular al ganador de la lucha del "más fuerte". Ambas visiones se encuentran viciadas. Sin embargo, el tema que quiero tratar no es ni la conquista ni la colonia. Aunque yo pienso que este pequeño preámbulo sirve de algún modo a lo que quiero decir. Entremos pues, al tópico. Cuando me encontraba realizando una asesoría para un comic sobre el bicentenario de la independencia, uno de los temas aprobados por el ministerio de educación fue la creación de las Juntas de Gobierno. Entre otro asesor de mayor grado y mi persona nos encargamos de enfocar las bases para el guión. Entre tumbos y tropiezos, llegamos a una interrogación sobre los problemas de la participación de los indígenas en las Junta de Gobierno y su relación con el la elección de representantes. Como yo tenía una preconcepción populista, como la llama el elitista historiador Jorge Orlando Melo, le sugerí que los indios habían llevado del bulto con las reformas impuestas en la Patria Boba sobre el tributo. Yo basaba mis afirmaciones en el hecho de que la propiedad territorial de los resguardos de los resguardos fue parcialmente individualizada, en parte para garantizar unos privilegios liberales en la recaudación de los impuestos, que dejaban a los indios sin las prerrogativas que la Corona les brindaba, y en parte por la renuencia de la participación indígena en la gestas de independencia. Así pues, que a esto, me respondió el politólogo para el que trabajaba que eso no era totalmente cierto, pues había otra perspectiva sobre el tema. Es decir, que para él, la participación política indígena había tenido lugar en las Juntas de gobierno constituidas después de la firma del acta de independencia. Yo, que no permito adjudicar a argumentos lógicos un parecer confiable (principalmente, por su falta de apoyo empírico) me pregunté por el apoyo de fuente documentales en que se basaba su contra argumentación. El prosiguió, entonces, enumerándome varias de las conclusiones del doctor Marco Palacios sobre el tema. Aunque el doctor Palacios, por más de Oxford que se crea, pueda tener alguna razón en sus afirmaciones, me rehuso a tomarlo por un hombre imparcial. En primer lugar, su imparcialidad es dudosa, cuando su tema de investigación tiene más el caracter de una oda a la federación de cafeteros que una problematización de la economía colombiana. Así, el doctor Palacios se regocija con el siguiente párrafo, a duo con su conservador y gentleman inglés: "Desde 1810 el gobierno de Santa Fe extendió el derecho de sufragio a los indígenas, y por lo menos en algunos lugares los indios sí votaron y eligieron representantes propios a los cuerpos electorales. Por otra parte, durante los primeros años republicanos (1810-1815) hubo un intento consciente de eliminar el sistema de castas de la sociedad colonial y de reemplazarlo por una ciudadanía formalmente igualitaria. " Siempre tan benévolo con la elite, Marquitos. Es decir, el sistema de las castas era malo, español y despótico (para unos, no para todos Maquitos) y a eso, precisamente, fue a lo que llegó la República a brindar sufragio a los indígenas, pero no condiciones suficientes para pasar del régimen tributario de excensión incompleta a uno gravado por la parcelización de la tierra. En fin, esta discusión somete al paredón a uno de los más ilustres y aclamados pregoneros de la oligarquía criolla conservadora colombiana. Ojala esto pueda convertirse en una intempestiva.
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