lunes, 26 de julio de 2010

el círculo vicioso

Hay un círculo vicioso en Colombia. Qué es primero la violencia o el llamado crecimiento sostenible (sustainable growth)? Ninguno. Son dos elementos de la política económica. Ya en los estudios sobre la violencia de la década de los 50, se menciona esta aporía. Sin embargo, yo quiero hablar de otro círculo vicioso, que desde el punto de vista histórico merece relevancia en épocas tan aciagas como estas que atravesamos, aquellos que soñamos con la patria grande de Bolívar. Se trata de los vínculos entre política y persuasión. Pero antes de entrar en el círculo, debemos mencionar los elementos principales que existen entre violencia y crecimiento sostenible. En Colombia, el primer término, es fácil de explicar. En primer lugar, esta nación, si así se le puede decir, no forjó política alguna. Desde las guerras fratricidas del largo siglo XIX hasta la llamada seguridad democrática, sólo la violencia a establecido un vínculo real con el poder. Yo se que a este argumento, me pueden oponer la tesis de la democracia más antigua del mundo, la cual confirmaría aquel, si le agregamos que no hay democracia donde los partidos políticos o una elite política mantiene el poder en dos grandes clientelas, hoy llamadas oposición y coalición, o antes liberales y conservadores. Además, la satanización de la izquierda da muestras de la ausencia de democracia en la dicha nación, salvaguardada por una centenaria tradición de fanatismo intolerante católico. Por otro lado, la forma de esa violencia no se pliega a un sistema económico específico como el capitalismo. En este sentido, es equivocado pensar en colombia, o en este platanal como lo diría un amigo, como capitalista. Dado que si tuvieramos capitalistas, ya la crisis, de un modo u otro nos abría sacudido, y por lo pronto, nuestro país parece inmune a tales sacudidas del sistema mundo, como alardean los administradores de subdesarrollo. Así, lo que le corresponde a la violencia es un crecimiento sostenible, donde el plan Colombia es tan sólo un eslabón de la inmensa cadena que nos ciñe. En cambio, una democracia es una política. Se basa en la polis como lugar en donde convergen multiplicidad de opiniones, reglas y decisiones. La represión no es la base de dicha organización porque nace como una construcción de la lengua que la expresa, es decir, de la griega. En cambio, donde se corta la lengua, no se tiene manera de hacer política, sino de violentar, agredir, polarizar y silenciar, un puro instinto sin conciencia moral, o responsabilidad ética, en el sentido weberiano. Además la política no es un espacio libre de lucha, pues en su origen, se debe a la fuerza persuasiva del orador, que convence a sus oyentes de aunarse a su causa en detrimento de la del oponente y reproducir así una política. En algunos casos, la verdad no prevalece tanto como uno quisiera, y Sócrates está allí para corroborarlo. Sin embargo, la política está de vuelta y la violencia puede aumentar su arsenal, para evitar cualquier resquebrajamiento de su tanático deseo.      

miércoles, 30 de junio de 2010

Comentario a Ursúa de William Ospina

"Ni siquiera él, a pesar de sus títulos y de su experiencia en los estrados, podía conocer la mecánica de la justicia en estas tierras distantes. Convencido de que su autoridad no tendría más límites que la ley, le costaba concebir que alguno de los varones que venía a juzgar fuera más poderoso que él mismo. Pero por encima de los buitres vuelan los alcotanes y arriba, sobre ellos, giran las grandes águilas. Tarde entendería las insinuaciones que le hicieron en la corte, tarde comprendió que los jueces también se ven forzados no verlo todo, a considerar al abrigo de qué títulos poderosos y al amparo de qué escudos se adelantan aquí ciertas rapiñas. Los aventureros casuales no pueden negar su tributo a unos linajes largamente arraigados, y nadie sabe todo lo que se mueve alrededor de un trono."
En este pasaje me parece que se expone la mentalidad de la conquista. Una mentalidad que todavía pervive en nuestra política. En primer lugar, sólo basta recordar cuantas veces el gobierno central, en este país, tacha de irregular algunas de las decisiones de los jueces. Para la mentalidad conquistadora, la solución pragmática de los asuntos políticos, económicos y sociales se hace con la espada, es decir, con la fuerza. No se escucha hablar mal en esa mentalidad de las fuerza militares. Ni una mínima crítica con los excesos y arrogancias de sus actuaciones. Se responde, eso siempre fue así, y así lo seguirá siendo. Sin embargo, a esa mentalidad conquistadora se le opone otra más profunda y fundamental. Aquella que sale del tintero y de las cortes. Esa mentalidad trata de racionalizar los recursos del estado y hacer entrar a todos bajo el mismo orden legal. Pero las cortes no tienen una independencia absoluta del poder, mientras no demuestren su destreza en resolver los asuntos del dinero. Esa mentalidad no genera riqueza de por sí. Ahora bien, el empresario, criado entre la hez de la sociedad y por ello, conocedor de la justicia irracional e implacable del instante, reclama para si la justicia con base en sus triunfos y sus galardones, constituyéndose en un poder al margen de todos los poderes. Su mirada calculadora, sus ansias de gloria y honor, ven al togado como su antagonista, como el tinterillo que embauca las mentes con su retórica y su razón. En conclusión, ni el conquistador, ni el togado pueden aspirar al vuelo de las águilas, a las cuales sirven y no se dejan dominar ni por el uno ni por el otro. En el siglo XVI, esa águila era el trono, hoy, por el contrario, ya no existe.

lunes, 31 de mayo de 2010

Discusión XI

Los personajes de la política se visten con ropajes antiguos o prestados para interpretar los fenómenos históricos que los sorprenden. Esto ha dicho, con exactitud y vehemencia, un pensador social revolucionario. En Colombia, en verdad, esto puede aplicarse de múltiples maneras. Para muchos críticos del establecimiento, el gobierno se ha puesto el ropaje del conservatismo, o del fascismo en el plano internacional. Yo me atrevería a asegurar que más bien se ha vestido de Bolívar. Auncuando muchos traten de buscar un parecido con los gobernantes anteriores, yo me inclino por el corte autoritario de Bolívar para referirme al fenómeno político contemporáneo que encabeza Uribe. Desde luego que esta contraposición se ve afectada por algo no fácilmente comparable. Si buscamos parecidos en muchos de los momentos en que Bolívar se vio enfrentado con el uso de la fuerza, encontraremos ese carácter militarista y combativo, que no se observaba en la política colombiana después de la presidencia de Laureano Gómez. El denominado decreto a muerte publicado por Bolívar contra todo español, lleva ese sello que hoy se percibe en la seguridad democrática. Sin embargo, mientras Bolívar se alzaba contra los tiranos que nos gobernaban, Uribe se levanta a favor de los tiranos que nos mantienen en el miedo. Es decir, el miedo es una herramienta del poder, sin el cual no consiguen el dominio de la población. Por lo tanto, la necesidad de polarización entre los bandidos y los salvadores es concomitante a esa concepción del poder. En este sentido, Uribe podría también ser un Pablo Morillo. Sin embargo, todavía el éxito militar de este tipo de gobierno no se ha podido ver con claridad. Por eso es tan difícil optar por una otra personificación. Además, el odio profundo que sentía Bolívar hacia los partidos políticos también se encuentra en Uribe.
Con respecto a la soberanía popular. También hay un parecido interesante. Uribe reclama la soberanía popular frente al abandono de los partidos políticos, hecho que se ve reflejado en la inseguridad a la que el pueblo se ve expuesto por la defectuosa conducción del gobierno. Sin embargo, para Bolívar esta doctrina católica no tenía el mismo sentido que él le daba con la concepción de la libertad. Pero en lo que si coinciden ambos es en su distanciamiento frente a la asimilación de ideas extranjeras. Esto condujo a Bolívar a optar por el utilitarismo.
Esto me hace pensar que en Colombia las cosas se repiten sin menor contrapeso. Por ello no tiene sentido un país que está condenado a esta visión que es incapaz de evaluar su contenido. Y es aquí donde se encuentra, otra vez, una inversión. Si bien Bolívar pensaba en que el mejor gobierno es el que con mayor éxito permite la búsqueda de la felicidad, no se dio cuenta que con ello podía dar curso a la filosofía uribista de la mayor felicidad a costa de la mayor desgracia, porque esa visión sólo puede existir a partir de la división contradictoria de los fines del gobernante, a saber: estar atado a la miseria que lo glorifica.
En este sentido, quiero y prefiero encontrar una manera más analítica y crítica de hablar del caudillismo que nos toca vivir, antes que decir que Uribe es un fascista o un nazi. Sin duda es un gobierno de centro derecha, y por ello entiendo el mayor beneficio a los intereses privados, pero sólo podemos descifrarlo con los elementos que nuestra historia puede proveernos y estar precavidos a lo que podría conducirnos si seguimos con esta cultura política rural, tradicionalista y criollista frente a un mundo capitalista que cada vez muestra, con su comportamiento cíclico, que no es aún demasiado endeble para desencadenar la sublevación del oprimido y el explotado.

miércoles, 28 de abril de 2010

Política y financiación

Esta es una conferencia de Noam Chomsky muy interesante en la que nos ilustra sobre la relación política y economía.

Mi podium

En primer lugar quiero hablar de la interesante disposición que desplegaron los candidatos en el debate. El orden de las encuestas los colocó en tres niveles. En el primero, Santos y Mockus; en el segundo, Lleras y Noemí, y, en el tercero, Petro y Pardo. Sin embargo, el orden histórico los dividió en conservadores y liberales. Esto es algo que debe, desde luego, matizarse. El liberalismo de Santos y Lleras no es el mismo de Pardo. Asimismo, el conservatismo de Noemí y Mockus no es comparable con el de Petro. Al final, tenemos dos partidos o posturas políticas claras entre los seis candidatos, la liberal y la conservadora.

Empecemos por la conservadora. En la historia, el individualismo cívico es una completa aberración, que sólo puede darse en un país como este. Mockus es un político que cree en la personalidad carismática y librepensadora de los académicos, en los resultados del esfuerzo personal adecuadamente dirigido y en el amor a sí mismo como negación de la cruda realidad. Además, profesa, el profesor Mockus una inclinación particular por las normas cívicas por encima de cualquier corporación, aunque él reconoce que la iglesia debe proteger las finanzas públicas del demonio, dado que son el principio de la corrupción. Es decir, que de ese individualismo radical como concepción del individuo, Mockus pasa a una interpretación de los problemas sociales, remontándose al civismo católico que nos caracteriza. Eso, precisamente, lo hace conservador por fuera, pero liberal por dentro. Con relación a Noemí, no se tiene que mencionar prueba alguna, excepto que su región y su familia son parte integrante del partido conservador, que hace un uso inadecuado de la figura femenina en la política para mostrarse liberal por dentro. Por último, está Petro. Es una figura draconiana, con cierta inclinación por los ideales de la revolución francesa. Sin embargo, su vínculación con la única tercera fuerza política colombiana que ha sobrevivido hasta hoy es la evidencia de su conservatismo. A esto debo añadir, particularmente, que la Anapo, para mi, es una tercera fuerza conservadora por la naturaleza misma de nuestra historia política, aunque actualmente atraviesa un saludable tránsito hacia el ideario democrático-radical.

Pasemos ahora, a los liberales por fuera, pero azules por dentro. De Pardo, nada que decir. El niño consentido del liberalismo con su larga tradición política en la maquinaria electoral y el gobierno. Lleras y Santos son los hijos de la "rebelión" contra la tradición liberal. Ambos descienden de políticos liberales reconocidos de centro-derecha. Sin embargo, le deben ambos, a Uribe, la derrota de la tradición bipartidista (pero no sólo esto, por lo demás) con su particular caudillismo regionalista.

Por último, quiero hacer el podio del interesante debate de anoche. En primer lugar, está Santos. El motivo de esta elección no necesita de argumentos, dado que en el fondo la razón me asiste. En segundo lugar, queda Vargas Lleras, ya que él pudo salvaguardar y reflejar el valor del honor que caracterizó la herencia política colonial criolla.  En tercer lugar, Petro, por su personificación de Robespierre. En el último, quedaría Pardo, Noemí y Mockus. Este último, porque mostró temor cuando lo elevaron a las alturas de las decisiones presidenciales, así como también un cierta inclinación por el sarcasmo que nubla la visión a largo plazo necesaria para el cargo al que aspira. Por último, Noemí y Pardo confudieron debate con comedia y farsa, respectivamente.  

lunes, 26 de abril de 2010

El Canto de la Patria herida

A esta tierra, no la llamo patria
A estos seres, no los llamo hermanos
A esta luz, no la llamo día
A este viento, no lo llamo esperanza
A este dinero, no lo llamo riqueza
A sus ojos, no los llamo sapiencia
A sus manos, no las llamo paciencia
A sus palabras, no las llamo ilusiones
A sus risas, no las llamo libertad
A su llanto, lo llamo hipocresía
A su dolor, lo llamo cinismo
A su guerra, la llamo diversión
A su esfuerzo, lo llamo envidia
A su nostalgia, la llamo venganza.

martes, 20 de abril de 2010

Discusión X

Hoy, simplemente, quiero irme con lanza en ristre en contra del columnista del espectador Cesar Rodríguez. En realidad no conozco mucho sobre él, pero me basta con su desfachatada ignorancia para no querer saber cosa alguna. No puedo creer qué tiene una persona en su cultura política para expresar semejante proposición. El piensa que un el fenómeno Mockus es comparable con el fenómeno Obama. Mire, en primer lugar, coja oficio, porque parece que es bastante adulador y maniqueista, y que gusta de la moda y de los espectáculos superficiales de la decadente sociedad criolla. Digo esto, porque no puede creer que estos dos fenómenos tengan algo en común. Según el autor este, ambos son "outsiders". Si tuviera al menos un poco de profesionalismo y no sólo el esnobismo cosmopolítica prestado, citaría su fuente. Yo, por ejemplo, no encontré ninguna mención sobre Obama en el New York Times como un outsider. Tal vez es la liviandad y la desfachatez característica del pensamiento político colombiano la que aplica en esa columna. Además, cómo puede ser un outsider un político demócrata que siempre estuvo en la maquinaria, a no ser que su raza sea el único elemento que lo haga un extraño. Pero vuelvo y repito que eso se cae por su peso, pues en los Estados Unidos los afroamericanos son marginados, pero tiene la posibilidad de estudiar en las mejores universidades y formar parte de los partidos políticos tradicionales. Así que no entiendo cuál es el motivo de llamar en su pensamiento formal a una semejanza sin pies ni cabeza como ésta. Yo no podría decirle que le falta ceso, porque eso sería otra cosa. Lo que me impresiona es que no se de cuenta que Obama pudo, después de varios gobiernos republicanos, llevar a los demócratas al poder. Por otro lado, como va a ser un "outsider" un senador de los Estados Unidos por el Estado de Illinois. Esto tampoco me queda claro. En fin, el hecho de ser un outsider por su color de piel, creo que es más un pensamiento racista que otra cosa. Es decir, que los votantes eligen al "outsider" y no al orador fervoroso y clarividente, al líder juvenil, al abogado, al cariñoso esposo, al dedicado padre, al incomprendido adolescente etc... Es una verdadera vergüenza lo que se produce en el país de Macondo.

jueves, 7 de enero de 2010

Discusión IX

Hoy en nuestra discusión abordaremos lo concerniente al regionalismo. Colombia ha sido presentada por las clases dominantes capitalistas como una nación. Sin embargo, esa nación, que desde luego es una invención sin fundamento, se encuentra bajo la dirección del regionalismo. Unas veces ese regionalismo es más acentuado en unos periodos que en otros. En el caso colombiano, el periodo que va desde la primera presidencia pos-frentenacionalista hasta el 2002 se muestra con una clara tendencia hacia el regionalismo tradicionalista. Basta mirar cada uno de los jefes de estado que componían dicho periodo para constatar esta afirmación. Por ejemplo, esos presidentes salieron de los partidos tradicionales con mayoría liberal. Cada uno con sus respectivas clientelas y redes de poder local. Después de 2002, la situación se tornó manifiestamente diferente. La crisis de los partidos políticos tradicionales permitió la emergencia de movimientos políticos de disidencia en aquellos. Esto dio como fruto la creación de nuevas fuerzas políticas en la arena de las votaciones. Así, enfecto, el caudillismo emergió. Pero era necesario un trabajo más prolongado para lograr la hegemonía de un caudillo que deba dar suficiente material a los movimientos disidentes para enfrentar la crisis. Es aquí, precisamente, que entra el regionalismo. Por las características económicas, políticas y sociales, la región antioqueña vino a desempeñar un importante papel a la hora de impulsar la hegemonía caudillista que de como resultado un regionalismo caudillista. En realidad, son las regiones las que quieren ver la nación como una región. En este sentido tienen razón aquellos que representan nuestro sistema político como un calco de las redes de poder instauradas en la finca o la hacienda.