martes, 10 de febrero de 2009

Discusión II

En la discusión anterior habíamos zanjado la cuestión del ejecutivo durante la declaración de independencia y la Patria Boba, como gustaba llamarla a uno de sus protagonistas, me refiero a Antonio Nariño, en la dicotomía de la soberanía y la consecuencia de dos conductores de estado sobre el territorio que llamamos Colombia. Por otro lado, el congreso, que es el encargado de investir al representante del pueblo, no se concentra con suficiente autonomía para ejercer su función. Por lo tanto, ni Nariño ni Camilo Torres ni los otros tantos presidentes que se eligieron durante ese periodo fueron los soberanos de Colombia. La principal razón para apoyar esta proposición es la inexistencia de la idea misma de la soberanía. Es decir, de Colombia. Si bien los territorios eran identificados con nombres prestados de la soberanía española y a ellos se debió la disociación del soberano, no significa, entonces, que los territorios no pudieran asumir una nueva soberanía. Esto nos lleva a Colombia y la cuestión sobre esa "nueva" soberanía. Así, en la famosa carta de Jamaica, Simón Bolívar daba nombre a un territorio que el llamaría Colombia en estos términos: "La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república central, cuya capital sea Maracaibo o una nueva ciudad que, con el nombre de Las Casas (en honor de este héroe de la filantropía), se funde entre los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahía-honda. Esta posición, aunque desconocida, es más ventajosa por todos respectos. Su acceso es fácil, y su situación tan fuerte, que puede hacerse inexpugnable. Posee un clima puro y saludable, un territorio tan propio para la agricultura como para la cría de ganados, y una grande abundancia de maderas de construcción. Los salvajes que la habitan serían civilizados, y nuestras poseciones se aumentarían en la adquisición de la Goajira. Esta nación se llamaría Colombia como un tributo de justicia y gratitud al criador de nuestro hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés; con la diferencia de que en lugar de un rey habrá un poder ejecutivo electivo, cuando más vitalicio, y jamás hereditario si se quiere república; una cámara o senado legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se interponga entre las olas populares y los rayos del gobierno, y un cuerpo legislativo de libre elección, sin otras restricciones que las de la Cámara Baja de Inglaterra. Esta constitución participará de todas formas, y yo deseo que no participe de todos los vicios. Como esta es mi patria, tengo un derecho incontestable para desearla lo que en mi opinión es mejor. Es muy posible que la Nueva Granada no convenga en el reconocimiento de un gobierno central, porque es en extremo adicta a la federación; entonces formará por sí sola un Estado que, si subsiste, podrá ser muy dichoso por sus grandes recursos de todos géneros.". De aquí, entonces, se infiere que el soberano de Colombia es aquel que domina el territorio correspondiente con la complacencia de que lo enviste el Congreso de la República.

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