Hoy el tema podría ser el obrero. En un día común y corriente de la ciudad uno encuentra edificaciones de todo tipo. Allí entre ellas, podría decir que se encuentra el obrero. Sin embargo, esa apreciación es desde todo punto de vista una cosa del sentido común. Y según nuestro intelectual aquí presente, detrás de ese sentido común todo es manifestación del caos. Por ello, debemos primero suponer que existe una clase obrera. Ella, creada desde los trasfondos de la historia, actúa como fuerza histórica en las fuerzas sociales que constituyen la relación de dominación constituyente de cada gobierno. Así, nuestro gobierno concibe el obrero como un hombre desposeído de capacidades naturales según una jerarquía preestablecida y manipulada. Ese obrero no tiene ni una cultura capaz de transformar su ser como parte de la historia, ni determinación de cambiar esa situación. Si bien los sindicatos consideran la representación de la clase obrera como tal su labor, aún queda un camino bastante distante para situarse más allá de la negociación del salario mínimo legal vigente. Si en realidad los gobiernos orientaran su preferencias por la situación de inestabilidad laboral, y la tomaran con seriedad, no tendríamos que estar viendo ese tipo de sonrisas que nos muestra la dictadura plebiscitaria de nuestra nación.
Ahora bien, en cuanto a la construcción de un obrero con cultura, nuestra sociedad mantiene una relación distante con él. Por ejemplo en nuestros diarios las referencias a actividades abstractas no permiten la concentración y fragmentación de una sociedad de trabajadores. En realidad, escuchamos pocas entrevistas de la gente del común. Por ejemplo, hoy precisamente, en mi deber escolar de leer un artículo en inglés, encontré que un obrero de una exitosa colchonería estadounidense sufre las consecuencias de la crisis económica. El haber escuchado su voz, fue algo agradable, muy amigable, por lo demás. En él su nivel de vida había cambiado profundamente. De un esplendor pasaba a una oscuridad tenaz. Tan sólo basta ver el color que debía lucir Wall Street en su octubre negro. Y así, yo sentía que ese momento era de escuchar una voz así y me hizo sentir preocupado, pero no para molestarme, sino para alarmarme. Por ello, yo considero que todavía es necesaria una generación de hombres del y para el obrero. Obras como la de Brecht ya caminan en esa ruta. En fin, el obrero es una producción de lo social.
Bueno, aparte de esto quiero mencionar dos proyectos que rondan en mi cabeza. Para mi, la discriminación es uno de los temas más profundos y apasionantes de la organización social. Yo considero que una sociedad donde la discriminación es tema de actualidad, habrá mayor consenso en la distribución de la riqueza. Tal vez esta vía es progresista, pero vale la pena intentarla. En un salón de clase por ejemplo sería una discusión amena, sobre todo imprimiéndole un poco de geografía. Por otro lado, mi sueño de tener una planta de tratamiento de desperdicio sólido reutilizable ya tiene varios auspiciantes, lo único complicado está en la cosa de ganar el baloto. Sin embargo, ahí está. Hasta pronto seguidores.